Escucha… te explicaré lo que pasó tal y como lo viví.

Ella era una genia liberada.

La mayoría de las personas piensan que genios y genias conceden sus deseos y que una vez libres salen de sus lámparas y rehacen sus vidas. No es del todo cierto. Su libertad consiste en poder decidir a quien conceden sus deseos aunque jamás lo dicen públicamente por miedo, quizás a volver a sus botellas y sus lámparas.

Ella era una genia liberada y no había vuelto a conceder ningún deseo desde que salió de su lámpara pero algunas veces, de manera casi inconsciente, buscaba las manos de alguien y las acariciaba para ver si sus propios deseos le eran concedidos.

Un día llegó a un circo y quiso quedarse.

- y qué sabes hacer?.- Le preguntaron.

Ella pensó un poco porque no podía explicar la mayoría de sus habilidades.

-Puedo escapar de cualquier sitio donde me encierren, por pequeño que sea. Puedo entrar en una jaula con animales salvajes y conseguir que me amen. Puedo ser lanzada por los aires y caer siempre de pie.

-Está bien, puedes quedarte de prueba. Si nos gustas quizás te adoptemos.

Pronto conoció a sus compañeros payasos, equilibristas, trapecistas, la mujer bala, el comefuegos, contorsionistas, magos. Y conoció a Humo, el malabarista de manos prodigiosas. Al principio no le gustó. Le daba un poco de miedo porque le parecía demasiado agresivo y le daba la sensación de que sería capaz de romperla en mil pedazos con una sola palabra. Después le gustó mucho porque vio que no era exactamente así.

Un día él intentó utilizarla como parte de sus juegos malabares y ella se dejó hacer porque al fin y al cabo siempre caía de pie y solo era un juego, parte del espectaculo, como entrar en la jaula de los leones.

Otro día la genia le vio las palmas de las manos sin querer y pudo leer de manera fugaz parte de sus propias lineas. No fuer capaz de sentir miedo y se dio cuenta de que alguna cosa había cambiado para siempre. Todo era un poco más bonito cuando Humo aparecía con sus malabares.

No la juzgues. Aunque hubiera podido tampoco hubiera querido escapar.
Porque todo tiene sus propias razones ocultas. Incluso los malabaristas que juegan. Incluso las genias liberadas que buscan quien les conceda un único deseo.