las lunas de Miranda
miércoles, mayo 24, 2006
FAMILIA
Mi concepto de familia ha estado muy devaluado la mayor parte del tiempo. Desde el principio ya me pareció que las cosas debían ser de otra manera. Pasé por diversas fases que ahora no viene al caso enumerar hasta llegar al día de hoy con tantas tipologías de familias a mi alrededor que la mía propia ha dejado de conflictuarme.
Mi madre siempre ha sido la persona más elegante que he conocido. Es capaz de cocinar los platos más ricos del mundo y de hacer que cualquier cosa parezca bonita cuando se trata de decorar la casa. Me enseñó a leer y a escribir cuando yo tenía dos años, consiguió que fueramos las niñas con los vestidos más bonitos cosidos a mano cuando el dinero no nos llegaba casi ni para zapatos, tuvimos grandes peleas porque a mí siempre me costó mucho diferenciar entre realidad y fantasia y ella era excesivamente racional. Nosotras no discutiamos por una habitación desordenada, discutíamos porque dentro de mi armario vivía una colonia de hadas que se alimentaba con petisuís y patatas fritas y ella nunca lo vio con bueno ojos. Día tras día insistía en que ni pirata, ni trapecista, ni bruja del bosque, ni bailarina, ni astronauta eran oficios a los que yo me pudiera dedicar así que después de mucho pensar decidí hacerme profe porque era una manera segura de tener público en mis actuaciones diarias. Ella quería que yo fuera escritora pero eso es otra historia.
Mi padre quería básicamente que yo fuera perfecta aunque nunca me explicó lo que significaba esto y siempre tuve la sensación de que nunca lo conseguiría. Cuando mi hermana segunda y yo eramos pequeñas jugábamos a ser invisibles para que él no nos viera. No le gustaba que comiéramos delante de él y el día que se fue de casa todas respiramos por fin. Durante mucho tiempo llevé un cartel en la frente que decía: me va la mala vida, puedes maltratarme. Me convencí de que me lo merecía y de que los hombres estaban en el mundo para hacerme daño. Hasta que no me encontré con Raimon no me quité el cartel totalmente. Hoy me han vuelto a hacer daño y he vuelto a tener la sensación de que llevaba el cartel en la frente. Una palabra fuera de sitio me puede romper y lo más doloroso es que intenten solucionarlo con un helado. Como si todavía tuviera 8 años. Cuando parezco seria y enfadada, la mayoría de las veces no necesito que me digan nada. Y menos nada agresivo. Basta con buscarme la mano.
Mi hermana segunda es 18 meses más pequeña que yo y le tocó ser mi sombra. Creo que debió ser duro para ella. Yo era la simpática, la lista, la que se inventaba cuentos antes de aprender a andar, la que acaparaba todas las atenciones, la que jamás pasaba desapercibida. Ella era realmente invisible. La recuerdo siempre asustada, siempre enganchada a mi falda. Recuerdo un carnaval en el cole. Yo tenía 6 años. Íbamos disfrazadas de hadas con unas varitas mágicas estupendas y unos niños con pistolas de plástico nos acorralaron. Ella se asustó mucho y susurró: llevan pistolas… Yo, la mar de digna, le dije que se tranquilizara, levanté mi varita y apunté a los pistoleros. Recuerdo perfectamente la cara de susto de los niños y que uno dijo: llevan varitas! Y salieron corriendo. En ningún momento dudé de que mi varita era mágica y que los podría convertir en bicho sin problemas. Y así siguió ella, a la sombra de mi varita mágica, hasta que nos convertimos en adolescentes y se rompió el vínculo. Yo me dediqué a estudiar como una loca para evitar pensar en mis padres y ella se fue de casa para evitar pensar en mis padres. Pasó por sectas, drogas, hombres malos, desapariciones… El vínculo se rompió. Nos vemos poco, la relación es cordial y un poco distante. Sé que su vida no es fácil. Lo siento.
En casa nunca estuvo bien visto demostrar emociones ni positivas ni negativas y la única persona que decidió pasar de esta norma fue mi hermana pequeña que siempre ha llorado, reído, protestado, existido a grito pelao. Es 7 años más joven que yo y hace un pocos años consiguió el estatus de persona interesante y con vida propia. Hasta entonces era una nana petana que corría por casa perseguida por patos, pollos, gatos, perros y hamsters que la adoptaban como mam. Tenía un dromedario de plástico que sufrió sus primeros dientes y la sensatez que nos falta al resto de la familia. Es 7 años más joven que yo y ya tiene su hipoteca, su costilla, su coche y su cura esperando en la puerta de la iglesia. Aunque te recuerdo que tu costilla opina que yo soy más mejor que tú y que tuvo el morro de decirlo delante de ti y sin ir borracho… Trabaja con números y dinero y su excesiva racionalidad supera incluso a la de mi madre, cosa que nos ha supuesto algún que otro disgusto.
Somos como somos por la gente que nos ha críado, por los sitios donde hemos crecido, por las cosas que nos han pasado… Yo tenía una familia aquí y otra dentro del armario, mis paisajes interiores eran tantos que a veces no sabía cual de ellos era el que el resto del mundo consideraba real. Como me dio por escribir cuentos mi madre no se preocupó por esto. Tenía una vía de escape que me ayudó a crecer.
Lo más duro fue siempre demostrar que era la mejor en todo lo que hacía y ponerme esa inmensa armadura que hizó que durante demasiado tiempo la gente a mi alrededor pensara que no me importaba ser tratada con agresividad.
Reconozco que lo de hoy sobrepasa con creces cualquier otro tipo de confesión. Pero es que hoy me han tratado mal. He vuelto a tener 8 años y no me lo merezco.
Escrito por nimue ::
21:28 ::
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